Jorgelina y sus laberintos


Universidad de Morón

 Facultad de Medicina


CÁTEDRA: Comunicación y Dinámica de Grupos-816

Tercer Congreso Nacional
de Fracaso Escolar Sujetos y Grupos


Fracaso escolar del adulto por problemas emocionales

“Jorgelina y sus laberintos”



Autora: Prof. María Cristina Avila


16, 17 y 18 de octubre de 2003

 
I
FUNDAMENTACIÓN

Habitualmente, cuando se intenta indagar acerca de las disfunciones en el aprendizaje o el padecimiento del sujeto a causa del fracaso escolar nos encontramos con abundante bibliografía que permite investigar   la causalidad, y casuística apropiada referida a la población infantojuvenil escindiendo a la población adulta de la problemática, como si fuesen inmunes a ella por el solo hecho de ser adultos.
Si en coincidencia con el enfoque socio histórico de Vygotsky partimos de la premisa que:
* la naturaleza humana es socio histórica cultural e instrumental y que
* para el óptimo desarrollo de sus potenciales se requerirán de la interacción de  dos premisas fundamentales: * un órgano: el cerebro y *una fuente: lo sociocultural.
*Que cada uno es necesario pero no suficiente por sí mismo ya que deben estar en permanente interacción dialéctica.
*Que en consecuencia,  en caso de disfunción del aprendizaje, no dudo en inferir que convendría atisbar en la modalidad que posibilitó al sujeto -durante los primeros años de vida- la construcción de los Procesos Psicológicos Superiores (P.P.S.): percepción, atención, memoria y lenguaje.
*Que Dichos procesos incidirán en el devenir de un adulto cuya matriz de aprendizaje, construida y marcada a fuego en los primeros años de vida, está fuertemente atravesada por la conflictiva de sus primeras experiencias vivenciales en el ámbito familiar y las sucesivas presiones del contexto: lo ancestral, mitos, creencias, lo relacional, mandatos, ideología, hábitat, momento histórico.
*Que por lo demás, en tanto sujeto sujetado a la interiorización del mundo por el interjuego de procesos ínter psíquicos - la mirada de un otro - e intra psíquicos, se apropiará del mundo y
*Que posibilitado el proceso de interiorización el sujeto estará apto para decodificar, conceptualizar, apropiarse de los   símbolos, recrearlos, desplegar su creatividad y legar a la humanidad su obra, su producción, su quehacer desde una mirada única y particular vinculada estrechamente a su propia impronta.
Desde esta postura intenté abordar en una investigación anterior, el caso de [1] Virginia Woolf, escritora inglesa (1882-1941) cuyo espíritu atormentado por el bloqueo de sus potenciales se precipita al vacío. En efecto, Virginia no puede resistir el atrape entre dos guerras: la contemporánea y la de la borrascosa fantasmática de su mente. Cuando se deteriora su talento de escritora al mismo tiempo que su capacidad resiliente el suicidio se le aparece como única alternativa.
Por consiguiente, intento en esta ponencia seguir profundizando la incidencia de lo emocional en la obturación de las capacidades del adulto que conllevan a la frustración, a la angustia existencial, al sin sentido de sus vidas.
Es inevitable no rememorar en este momento a célebres escritores: Ernest Hemingway, Alfonsina Storni, Horacio Quiroga quienes, sin esperanza, buscaron escapar de sus propias   tragedias mediante el suicidio.
 En relación a la opresión, el atrape del talento y la desesperanza considero relevante en este caso, reconstruir el drama de Jorgelina quien cursando el último año de su carrera universitaria, como los protagonistas de los mitos griegos, se pierde en los intrincados laberintos de su conflictiva.
Una vez planteada la casuística surgió la necesidad de indagar en los orígenes de la mitología griega en general y en el mito del minotauro, en particular, pues la tragedia de sus protagonistas: Teseo y Ariadna Dédalo, Ícaro, se engarza –en las conclusiones- con el bloqueo cognitivo de Jorgelina.
En dichas conclusiones intento inferir que son sus conflictos emocionales los que atrapan su inteligencia, encapsulan su creatividad, por ellos la curiosidad se ve anulada, renuncia a pensar y a conocer.
Desconocer estos síntomas sería ignorar que “todo atrape” se ancla en una red de vínculos familiares que se entrecruzan con una particular estructura individual.
También considero que tanto la institución educativa de nivel superior como las circunstancias fueron parte activa tanto en la etiología como en el mantenimiento de la dificultad.
Si en el transcurso de los estudios superiores, los docentes no logramos repensar a cada adulto-cursante desde su vida y su drama no podremos ayudarlo a descubrirse como único, irrepetible, capaz de construir un camino creativo y ponerse de pie frente a la adversidad.
 En el caso de “Jorgelina y sus laberintos” la búsqueda está centrada en la particular relación del sujeto con el conocimiento y la significación que le otorga al aprender. En este caso y por connotaciones que le son propias se observa que ante los conflictos emocionales el deseo de saber en Jorgelina entra en dialéctica con el deseo del no saber; conocer-desconocer.

II

CASUÍSTICA

“Jorgelina y sus laberintos”

“Todo comienza en la triangulación de la primera mirada. En el primer momento la madre o su equivalente busca los ojos del niño y el niño busca sus ojos; aquí hay un encuentro necesario para que haya aprendizaje, pero luego la madre mira hacia otro lado, objeto o persona y su hijo también desvía la mirada hacia ese mismo lado. Sus miradas se encuentran en un objeto común, un objeto de reencuentro, es decir que de esos ojos sobre ojos va a haber un desplazamiento hacia otros objetos de conocimiento.”[1]

Es habitual que al referirnos a la problemática de la inteligencia y la creatividad atrapada, nos remitamos casi siempre al niño o al adolescente, como si los adultos estuvieran exentos de tal síntoma. Sin embargo, el adulto, no siempre escapa a su propia tragedia: la historia familiar y el contexto socio- político- cultural pueden acosarlo en ciertas circunstancias de fragilidad emocional.
Es entonces cuando pueden retornar los fantasmas retrotrayéndolo a situaciones dolorosas que creía superadas o que se encontraban reprimidas.
El adulto no escapa al vértigo de la cotidianeidad y a los duelos que agregan muescas a las que ya trae consigo.
Tal es el caso de Jorgelina: 27 años, cursante del último año de su carrera universitaria.
Hija única de un matrimonio propietario de un video club.
Su situación le permitía dedicarse exclusivamente al estudio y a su noviazgo con vistas al matrimonio ni bien terminara sus estudios.
Su madre enferma de cáncer.
Rotan con su padre en el cuidado.
Durante la quimioterapia su madre se debilita y, como en la mayoría de estos casos, su aspecto físico se deteriora.
 Jorgelina llega de la Universidad y encuentra a su padre haciendo las valijas.
Ante su mirada interrogante el padre carga las valijas y le dice “Con ésto no puedo más”.
A partir de entonces Jorgelina asume el cuidado absoluto de su madre y la conducción del comercio.
El novio la abandona.
Luego de una prolongada agonía, su madre fallece.
Superada por las circunstancias, deja los estudios doce meses antes de graduarse.


III
EL SIMBOLISMO EN MITOLOGÍA GRIEGA

Si buceamos en la mitología griega podemos ver que simboliza el drama del ser humano con sus posibilidades de asumir las actitudes más sublimes y las más perversas (destructivas y/o autodestructivas).
El mito es una puerta abierta para la Psicología, el intersticio por el cual acceder a las capas más profundas y subjetivas de los procesos inconscientes donde se elaboran las causas que desencadenan las acciones humanas.
Elucidarlos implica develar la misión mítica, espejo de la conflictiva humana y comprender quizá, que lejos de tratarse de fabulaciones arbitrarias contienen una significación de orden psicológico y de proyección siempre actual.
El devenir de los pueblos errantes en agricultores los mantenía expectantes respecto de las variaciones climáticas: el rayo, la lluvia, el trueno. El pensamiento animista creía ver en ellos combates entre fuerzas intencionales: hostiles o bienhechoras, divinidades que podían dañar o favorecer al hombre. Por tanto el hombre debía agradecer o implorar. Con la expansión de las culturas agrarias también evoluciona su pensamiento: surge el lenguaje posibilitando la capacidad expresiva y simbolizante.
Las intenciones simbólicas de las divinidades y sus cualidades se transforman en la proyección de sus deseos. Dicha proyección idealizante lo incita a ser partícipe del combate heroico que libran las divinidades por su bienestar.
Divinidades antropomorfizadas que solo existen en relación con el hombre y sus deseos más secretos de los cuales la divinidad es el juez que prodiga castigo o recompensa. Los mitos dan cuenta de los claroscuros en la mente humana: del sufrimiento, las ambiciones, la soberbia, las ansias de poder y la posibilidad de sublimarlos.
Con la ayuda de las armas concedidas, simbólicamente, el hombre ingresa en las aventuras del combate heroico: ello será combatir contra algún monstruo maligno y seductor para alcanzar la actitud responsable, el dominio de sí mismo y el mundo.
Considerando que los mitos simbolizan el drama humano en la búsqueda de sentido el tema inagotable que tratan es el deseo y las transformaciones de la libido para pasar de la exaltación al equilibrio (El justo medio griego).
Esta desorganización del intelecto por el cual la cognición se transforma en un error imaginativo frente a la vida y su sentido es uno de los temas centrales de los mitos.
Razón, emoción deseo y talento humano quedan atrapados en la oscuridad de las cavernas psíquicas. La representación de lo deseado en lugar de ser clara y objetiva, se torna cada vez más subjetiva, imaginativa. Las emociones cada vez más impacientes y obsesivas tal es el caso de Medea en la tragedia griega de Eurípides. Medea furiosa por la infidelidad de su esposo no solo mata a la amante por venganza, sino también a los propios hijos con tal de potenciar el sufrimiento del marido traidor.
En Medea se pierde la sensatez en las acciones. La sublimación se desorienta. Surge la ceguera y la inteligencia queda atrapada. El desorden conlleva al caos. Tan pronto promete satisfacciones que sobrepasan todas las posibilidades de realización como se esfuerza por justificar el deseo irrealizable (insensato) excusándose frente a los hechos reales e inevitables.
La enfermedad se manifiesta en exaltación y angustia, en desesperanza, en temor inhibitorio del pensamiento, de la voluntad y las emociones reduciéndolos al pánico que bloquea el cuerpo: lo visceral, lo glandular, su movilidad (somatización), el sinsentido de la vida.


IV
EL MITO DEL MINOTAURO: DÉDALO, ÍCARO, TESEO Y ARIADNA

El Mito del Minotauro, Dédalo, Ícaro, Teseo y Ariadna, como todos los mitos, recrea la tragedia humana: lo más sublime y lo más perverso que anida en el inconsciente de cada sujeto. Dédalo era el favorito en la corte del rey Minos, por sus talentos e ingenio: escultor, arquitecto, inventor. Sin embargo, una de sus creaciones permitió a la esposa de Minos engañarlo con un toro. De esa unión nace el Minotauro, mitad toro, mitad humano. El rey, al conocer la traición pidió a Dédalo que construyera un laberinto para encerrar al Minotauro. Dédalo volvió a traicionar a Minos enseñándole a la princesa Ariadna cómo alguien podría escapar sin plano alguno de los corredores interminables. Ariadna le transmitió el secreto del laberinto a su amado Teseo. Éste recibió de Ariadna un ovillo de hilo y ató su extremo al dintel de la puerta de entrada al laberinto. El hilo se extendió a medida que Teseo avanzaba, señalando el sinuoso camino hasta encontrar y matar al Minotauro. Huyó con la princesa, quien, enamorada, le pidió que la hiciera su esposa. La ira del rey arrojó a Dédalo y a su hijo Ícaro dentro del laberinto. Dédalo juntó plumas de las aves que anidaban en los techos de la prisión y armó dos fuertes alas, que pegó con cera en sus propias espaldas, para él y su hijo. Le aconsejó a Ícaro que no se acercase demasiado al sol porque la cera no resistiría el calor. Ícaro, omnipotente, ascendió hasta perderse en el cielo buscando el sol. Dédalo, arrepentido, vio sucumbir a su hijo en el mar.
Simultáneamente, Teseo y Ariadna se hicieron a la mar. Desembarcaron en la isla de Naxos para descansar. Mientras Ariadna dormitaba en la playa, Teseo regresó sigilosamente al barco y reanudó el viaje. Ariadna despertó sola en la isla y enloqueció de pena buscando a su compañero. Sin embargo, pronto encontró consuelo en Dionisio, que se le apareció fastuosamente y le pidió matrimonio. Como regalo de bodas, Dionisio le obsequió una corona de oro y gemas. Cuando a Ariadna-que era mortal- le llegó la hora de su muerte, su inconsolable marido arrojó la corona al cielo. De esta forma, las gemas se convirtieron en las estrellas que dieron origen a la vía láctea.
En cuanto a Teseo, tuvo un regreso trágico. Previo a su partida había prometido a su padre, el rey Egeo, que si mataba al Minotauro, cambiaría las velas negras de su nave por otras blancas, pero olvidó hacerlo. Egeo vio las velas negras, pensó que su hijo había muerto y desesperanzado se arrojó al mar que desde ese momento lleva su nombre.
Reiterando, diremos una vez más que la mitología griega proyecta la naturaleza humana, sus sueños y deseos.
Todo mito es un drama humano condensado, por esa razón puede servir de símbolo para una situación dramática actual. Símbolos encerrados en el destino del héroe mítico. Símbolos que implican una relación esencial entre dos significaciones: un sentido manifiesto y otro oculto.
El símbolo oculta una realidad psicológica inmediata y compleja. Tan complejo como es el psiquismo del ser humano. Es el que da cuenta de nuestros sueños, nuestros errores, nuestros recuerdos, nuestros propios mitos. Da cuenta de las emociones, la afectividad, los miedos básicos, el inconsciente. El movimiento del deseo es subjetivante, tiende a la individuación, al surgimiento de lo original de cada ser humano en relación con el otro y el contexto. En tanto inconsciente, solo un atisbo puede ser compartido con otro pero siempre habrá algo oculto -hasta para el mismo sujeto- que no puede ser compartido con nadie. Si recordamos que el niño al nacer se instala en una constelación de significaciones y que viene a llenar muchos deseos y carencias de los progenitores veremos que ya la asignación del nombre está cargada de significado para los padres. En consonancia, Alicia Fernández sostiene que un diagnóstico para ser eficaz deberá atisbar en la circulación del amor dentro de los vínculos del grupo familiar. Solo desde ese lugar -aunque trabado, dislocado o incipiente- se podrá comenzar a poner en movimiento el aprender atrapado.
Para aprender se necesitan dos protagonistas: el enseñante, el aprendiente y el vínculo que se establece entre ambos. En un extremo está el sujeto que transmite señales de un conocimiento y en el otro ubicamos a alguien que no es sujeto antes del aprendizaje sino que se humanizará a partir de él.
En efecto, la autora explicita que el ser humano para aprender debe poner en juego:
         - Su organismo heredado: lo visceral.
         - Su cuerpo: construido especularmente, mediador entre el entorno y él.
         - Su inteligencia: construida solo en interacción con la fuente: lo sociocultural, el contexto.
         - El deseo: en tanto es siempre deseo de otro.
En consecuencia, debemos considerar de extrema importancia no perder de vista que los primeros aprendizajes de cada uno transcurren en el ámbito de la familia en un proceso cuya matriz es vincular y lúdica y su registro es a nivel corporal. Su despliegue creativo se pone en juego a través de la articulación inteligencia -deseo y del equilibrio asimilación- acomodación.
Como en el mito, el conocimiento es conocimiento del otro porque el otro lo posee hasta que el sujeto deseante se apropia del mismo: Minos, Pasifae, Ícaro y Ariadna se apropian, para bien o para mal, del saber de Dédalo. Teseo se apropia del saber de Ariadna con tal de alcanzar su objetivo: matar al Minotauro.
Cuando el adulto presenta un problema de aprendizaje éste se ubica y entrelaza en la trama vincular de sus grupos de pertenencia siendo a veces potenciada por sus propias carencias: duelos, ambiciones, fracasos, conflictos familiares, laborales, socioeconómicos. En tal disfunción hay una particular relación entre el organismo, el cuerpo, la inteligencia y el deseo de ese sujeto; sujeto atravesado por la jungla de vínculos con las que se inter- relaciona en tanto social.
Dédalo, Ícaro, Teseo y Ariadna, como el ser humano, pueden convertir el conocimiento adquirido en enseña. Esta capacidad, a su vez, es construida por el enseñante a través de cuatro niveles: orgánico, corporal, intelectual, semiótico o deseante.
El organismo constituye la infraestructura neurofisiológica que atravesado por la inteligencia y el deseo se irá mostrando corporeizado.
Desde aquellos que amamos y hacemos de nuestra vida una misión donde el quehacer de la docencia y lo pedagógico es primordial vale la pena reflexionar el decir de Sara Paín cuando expresa:
“El cuerpo forma parte de la mayoría de los aprendizajes no solo como enseña sino también como instrumento de apropiación del conocimiento. El cuerpo es enseña pues a través de él se realiza el cómo hacer, pero sobre todo porque a través de la mirada, las modulaciones de la voz y la vehemencia del gesto se canalizan el interés y la pasión que el conocimiento significa para el otro. Ese placer agregado, por el solo hechizo de una exhibición corporeizada, significará ese deseo del otro donde deberá anclar el del sujeto. Consecuentemente, la descorporeización de la transmisión despoja de todo interés lo transmitido y garantiza su olvido.”[2]
En consecuencia, los adultos devenidos en pedagogos somos instrumento provocador del
desarrollo de la inteligencia que solo se alcanza con un progresivo intercambio del sujeto con el medio, donde él va probando sus posibilidades de dominio, a través de acciones exteriores a él y que luego va interiorizando para transformarlas en operatorias.
Por ende, para que haya aprendizaje deben intervenir el nivel cognitivo, el deseante, el organísmico y el cuerpo. Mientras la inteligencia se propone apropiarse del objeto desde el conocimiento, el deseo busca apropiarse del objeto significándolo.
Ícaro utilizará las alas para cumplir su deseo: ello no es incorrecto, lo que sí es una falta en lo moral es la soberbia de querer alcanzar lo inalcanzable simbolizado en este caso por el sol.
Ariadna guía a Teseo hacia la luz del conocimiento pero el exceso tanto en el amor como en su credulidad le impide discernir correctamente.
Teseo, no tiene miramientos con tal de alcanzar su deseo: vence los miedos internos y logra matar al Minotauro. Cuando lo logra, llevar consigo a la princesa Ariadna ya no tiene sentido .Lograda la satisfacción de su deseo luego sobreviene la insatisfacción y el displacer.
Por eso abandonará a la princesa. Hay una mescla de soberbia en el modo de festejar el triunfo de su misión hasta el punto de obnubilar su mente.
Tanta es la euforia y tanta su soberbia que olvida trocar el velamen negro por velas blancas. Pero también a poco del éxito de su empresa surgirá en lo más profundo de Teseo el hastío y la insatisfacción. Insatisfacción que hará bullir en su interior una nueva necesidad, la necesidad de lanzarse en pos de un nuevo desafío.
En efecto, en circunstancias normales, teñido por nuestro marco de creencias, cada uno de nosotros se lanza desde la travesía vital a” la aventura de querer saber más “en pos de un nuevo conocimiento pero una vez que se aprehende, aumenta el desconocimiento y tanto el deseo como la inteligencia continúan incitando al sujeto a la permanente sed de saber.
Este mecanismo de necesidad, satisfacción e insatisfacción es el motor que genera en el sujeto una necesidad constante y permanente de saber cada vez más sin embargo Jorgelina, atrapada por las circunstancias, quedará -circunstancialmente- fuera de esta posibilidad.


V
CONCLUSIÓN
Como en el mito, lo oculto y lo manifiesto es en algunas familias, en tanto secreto, un elemento estructural. Se trata de informaciones vinculadas con la historia del grupo familiar o aspectos particulares de uno de sus miembros, que en general, permanecen ocultas parcialmente a sabiendas que no son desconocidas por otros de los integrantes. El secreto en el adulto cobra valor patógeno cuando se ve obligado a esconder.
Ese secreto, en el caso de Jorgelina, se refiere no tanto al desconocimiento, el intempestivo abandono del padre, sino a la imposibilidad de nombrar o comentar el hecho ante su madre postrada.
A partir de la imposibilidad de simbolizar esta situación, Jorgelina debe guardar el secreto y queda atrapada.
Las dificultades se centrarán en el mostrar. No sabe, no puede responder por escrito porque allí es donde se muestra que ella sabe y tiene el mandato (implícito-oculto) de no dar a conocer lo que sabe (manifiesto). Esta dialéctica se articula con el mostrar y el guardar, si sólo se actúa el guardar sin sentirse con derecho a mostrar puede culpabilizarse extensivamente todo guardar como si fuera un esconder.
Al querer sepultar esta información, Jorgelina renuncia al deseo de conocer que queda culpabilizado, se genera una inhibición cognitiva que dificulta el pensar. El atrape de la inteligencia y la creatividad se presenta como un mecanismo de defensa frente a la desorganización.
En el caso de Jorgelina, observó algo que estaba prohibido. Sorprendió a su padre en una circunstancia inesperada.
Luego la familia le puede decir que no es tan así como lo cuenta. Ésto se relaciona con la desmentida. Desmentir significa decirle a alguien que miente o disimular este hecho para que no se conozca.
De esta manera –dice Berenstein- se constituye una escisión del yo. Una parte de Jorgelina reconoce y acepta la dolorosa realidad mientras que la otra parte la desmiente. Ambos niveles de organización persisten asociados con la pérdida de significación de la realidad y la reconstrucción de una realidad segunda para cubrir la pérdida de significación original.
Pero existen también otros caminos posibles frente a las situaciones de secreto familiar. Tengo que hacer como que no sé lo que los otros saben y hacer ver que no saben. Jorgelina extiende esta actitud hacia todo conocimiento y no puede o no quiere aprender más. Tal como lo describe Sara Paín, al nacer Jorgelina busca los ojos de la madre y la madre le devuelve la mirada. En este primer encuentro ya hay un aprendizaje. Cuando su madre desvía la mirada hacia el esposo Jorgelina también desvía la mirada hacia él. Ambas miradas, las de madre e hija, se reencuentran eclipsadas por el mismo sujeto: esposo para una y padre para otra.
Como en los mitos griegos, el padre de Jorgelina reúne en sí mismo lo más sublime y lo más perverso. Sin embargo, Jorgelina no puede tolerar el desencanto que le produce descubrir el lado oscuro del ser amado y prefiere preservar a la madre y preservarse a sí misma con un discurso elusivo respecto de la ausencia del padre.
El atrape de la inteligencia y la creatividad que deviene   en “síntoma” o “inhibición” afecta a Jorgelina desarticulando los niveles cognitivos del deseo, el organismo y el cuerpo. Manifiesta el bloqueo de la inteligencia y la corporeidad por parte de la estructura simbólica.
En un proceso absolutamente inconsciente, ha perdido el deseo de saber y aprender.
El síntoma alude y elude el conflicto. Lo elude para no contactarse con la angustia. El síntoma es el retorno de lo reprimido. Es un combate entre lo consciente y lo inconsciente para mantener la represión: es algo que sucedió en el pasado y no se sepultó.
Por eso en todo síntoma el sujeto alude y elude, denuncia y renuncia. Si el síntoma consiste en la inteligencia atrapada está indicando algo referido al saber u ocultar, a mostrar o no mostrar. El síntoma se enmascara y encapsula el mensaje, deja al sujeto sin recursos de elaboración cognitiva. El sujeto renuncia a aprender o aprende con perturbaciones, perturbaciones que de lo cognitivo atravesarán lo orgánico, lo corporal, el deseo. El pensamiento se desorganiza. El sujeto, como en el mito griego de Dédalo e Ícaro, construye su propio laberinto pero queda prisionero en él. Aún cuando pudiese construir sus propias alas para alcanzar la luz, éstas serían tan frágiles que pronto se precipitaría al abismo. Tal como Teseo, más de una vez necesitará de Ariadna para encontrar la salida.
 Los mitos dan cuenta de los claroscuros en la mente humana: del sufrimiento, las ambiciones, la soberbia, las ansias de poder y la necesidad de sublimarlos.
Freud profundizó en la función simbolizante del mito para desarrollar la conflictiva del Complejo de Edipo. Los símbolos de la mitología no pueden suprimirse permanentemente. Son productos espontáneos del psiquismo y cada uno los  lleva ancestralmente dentro de sí mismo.. La lógica, los héroes y las hazañas del mito sobreviven en los tiempos modernos.
El inconsciente envía a la mente, condensados, toda clase de seres extraños, terrores e imágenes engañosas, ya sea en sueños o a la luz del día porque el reino de los humanos oculta insospechados laberintos. No hay en ellos solamente princesas coronadas con diademas de piedras preciosas, sino peligrosos y terribles Minotauros. Las bestias del mal son fuerzas psicológicas reprimidas que no hemos pensado o que no nos hemos atrevido a integrar a nuestras vidas y que pueden permanecer imperceptibles.  Sin embargo en algún momento de nuestra existencia, quizá en el más inesperado al decir de Campbell:” una palabra casual, el olor de un paisaje, el sabor de una taza de té o una mirada pueden traernos a la conciencia mensajeros peligrosos que amenazan la seguridad que hemos construido para nosotros y nuestra familia”. Paradójicamente, pueden fascinarnos porque nos sumergen en el reino de la aventura deseada y temida del descubrimiento del yo.
La destrucción del mundo que nos hemos construido y en el que vivimos puede posibilitar –con la guía de Ariadna- la reconstrucción de nuestra vida trocándola en una posibilidad más espaciosa y plena. Tal es el desafío al que nos someten esos perturbadores visitantes del reino mitológico que llevamos dentro.
 El desatrape de la inteligencia solo puede darse intentando develar la historia personal del sujeto y la funcionalidad del síntoma dentro de su grupo de pertenencia.
Cabe a la institución educativa de adultos -en cualquiera de sus niveles- reflexionar al respecto, pudiendo ocupar un lugar relevante en la búsqueda de la causalidad que provoca el desgranamiento o la deserción de su matrícula.
Sería oportuno plantearse el retorno del “docente tutor” (designado por los propios alumnos) quien a través del vínculo enseñante-aprendiente intentará detectar y orientar hacia Ariadna a los alumnos atrapados en su propio drama ya que sólo el profesional autorizado conoce la clave para hallar la salida del oscuro laberinto. En consecuencia, exorcizar las imágenes no conjuradas de la infancia le permitirá al alumno bloqueado enfrentar los conflictos en un futuro próximo.
El psicoterapeuta tiene la posibilidad de aplicar -según Miguel Ruiz- la “magia blanca”, para exorcizar los demonios. Sólo a través de la psicoterapia el paciente podrá abandonar las ideas fijas de la niñez, los fantasmas que lo acosan en el presente y le impiden avanzar hacia el futuro.
Por los mismos motivos, todo proyecto institucional debería evitar la fragmentación del estudiante y ser el guardián de un encuentro pedagógico holístico donde lo cognitivo, lo emocional, lo corporal y lo espiritual sean significativos.
Quizá de este modo, Jorgelina hubiera podido aceptar como el Dante Alighieri en La Divina Comedia. “que todas las cosas cambian... Que aquello que una vez existió ya no es y que lo que no era ha llegado a ser...”

Prof. María Cristina Avila; Bs. As.; Rep. Arg.; 2003/2010


[1] Ruiz, Miguel: “Los cuatro acuerdos” - Ediciones Urano -Barcelona- España


[1] Paín, Sara: “Diagnóstico y tratamiento de los problemas de aprendizaje” – Nueva Visión – Buenos Aires - 1980
[2] Paín, Sara: “La génesis del Inconsciente” - Nueva Visión - Bs.As. - 1984
Prof. en Cs. de la Educación-Diploma Superior en Cs. Sociales con mención en Educación en FLACSO- Facultad Latinoamericana de Cs. Sociales.




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