Relato - Sobre diques, embalses y apariciones

SE LLAMABA JUAN, SIMPLEMENTE JUAN


Sobre diques, 
embalses
 y 
apariciones

Nombre de la obra: Energía en movimiento
Ilustración de: Norma Teresa Sánchez Forgione  
Técnica: Dibujo en tinta sobre madera
Medidas: 0,30  m x 0,40 m

  I 

-La cantidad de veces que me he sorprendido a mí misma meditando sobre estos hechos han sido innumerables –dijo ensimismada. -¡Quizá lo mejor sería agradecer a tu memoria que los haya activado...es más sano! -respondió Sergio animándola a continuar.  -¿Vos creés? –dijo Trixi sin disimular su abatimiento.  -¡Sin duda!-y aquí Sergio hizo una pausa. Trixi, inquisidora, volvió la vista hacia él.  -Es la memoria la que te hace entrega de estos acontecimientos y  que, ahora por ejemplo,-Sergio volvió a hacer otra pausa- te  posibilita  evocarlos y, si querés, hasta compartirlos  conmigo en este espacio semanal–le respondió con serenidad.  Trixi, desvió la mirada  hacia el jardín de invierno unos instantes. Luego, sin poder sobreponerse a su melancolía posó los enormes ojos verdes en el psicoterapeuta.  -Sí .Entiendo...en realidad lo que yo pienso…-dijo vacilante. -Aquí sería más importante si podés decir lo que sentísacotó Sergio. -Es cierto…-contestó Trixi sonriendo-Lo que pasa es que siento que…bueno… estos  recuerdos…es como si me permitieran estar en dos lugares al mismo tiempo…lo que quiero decir-y sus ojos se humedecieron- es que siento que recordar me permite estar en dos tiempos simultáneos…creo, no…siento…-dijo con esfuerzo.  Sergio respondió con un gesto amable -Veamos si puedo ayudarte. Primero quiero decirte que tenés razón en tus apreciaciones porque es la mente, sacudida por infinitas emociones, quien  te permite rememorar y eso... Incapaz de contenerse, Trixi comenzó a sollozar. Sergio le acercó pañuelos descartables pero Trixi los rechazó sacudiendo  la cabezamientras sacaba los suyos del bolso. Finalmente, cuando  Trixi se mostró más aliviada Sergio retomó el diálogo eligiendo  cuidadosamente las palabras:  -En estos días, -continuó- tu mente ha podido traspasar ciertas resistencias, y por eso  te permite mirar hechos del pasado pero asomada desde  las ventanas del presentecontinuó  el terapeuta sonriendo con dulzura.  -Si vos querés, podemos conversar sobre esos recuerdos que quieren asomarse a tu vida aquí y ahora y te hacen perder el sueño, que suele ser  tu queja más frecuente -agregó. -Sí, yo creo que comencé a dormir menos desde nuestro regreso de Córdoba–dijo Trixi con la mirada concentrada en un punto fijo como quien hace un esfuerzo para no olvidar detalle. -¿Y entonces? -La animó a continuar el profesional. -Creo que ahí aparecieron muchos recuerdos...Sobre todo del  Dique.  Trixi se detuvo unos segundos. -Lo que más me impactó fue la visita al embalse…al dique de Río de los Molinos. Esos puntos panorámicos nos deleitaban con la belleza del paisaje. El espejo de agua encajonado por los cerros y el ornamento de la vegetación. Una ciudad dentro de otra ciudad…  -dijo Trixi suspirando. -¿Cómo sería esto? Quiso saber el profesional. 
-Es que la mayoría de los turistas  creen que visitan un solo lugar, el que sus ojos ven en ese instante pero yo sentí –dijo Trixi acentuando la i-que al estar allí me recibía  lo que fue y lo que hoy es el dique, ¿Entendés?-inquirió. -En realidad-dijo aflojando el cuello de su camisa turquesa- yo  tengo claro que allí hay dos ciudades: una expuesta a la vista de todos y otra sumergida. ¡Y mientras la recorríamos ambas latían en lo más profundo de mí! Dijo evitando encontrarse con la mirada de Sergio. Trixi, embargada por la emoción, dejaba entrever cierto nerviosismo en el temblor de sus manos y en la rigidez del cuerpo. Paulatinamente, a medida que describía sus percepciones   con mayor fluidez, la rigidez  gestual fue disminuyendo.  -Una, la ciudad sumergida me retrotraía a la infancia y me exigía mirar hacia atrás, rememorar el pasado con ojos de niña y, simultáneamente, esos fragmentos de infancia venían a mí en este tiempo presente, en  ese embalse que redescubrí esa Semana Santa con sus amarillos, ocres y rojos otoñales. Esos recuerdos del pasado  estremecían este ser adulto que soy hoy. Ciertamente, suena muy loco ¿no?- Indagó Trixi. Sergio no respondió. Simplemente, sirvió agua en un vaso y se lo ofreció con gesto amistoso.

II 

-La sensación es que para poder contarte lo que viví, lo que sentí, lo que aún siento debería permitir emerger esta mujer que soy pero en sus formas más antiguas-dijo y agradeció el vaso de agua para asirlo y beber casi sin respirar, como si temiera que sus ideas se encapsularan otra vez en algún rincón de la  mente. Luego prosiguió su relato.
- Me siento tentada a confesarte alguna fantasía cursi como que, para poder enhebrar mis recuerdos imagino que quizá  debería convertirme en sirena y cantar, cantar como dicen los cuentos que cantan las sirenas, con tristeza y dulzura a la vez porque todo lo que recuerdo es tristemente dulce o dulcemente triste.  Aquí se detuvo para buscar dentro de su bolso más  pañuelitos descartables. Mientras tanto, las lágrimas volvían a rodar por sus mejillas.El sol del atardecer había comenzado a filtrarse  por las persianas del consultorio.  -¿Qué edad tenías entonces, Trixi? Quiso saber Sergio. -La documentación que leí dice que el embalse comenzó a construirse allá por 1951.Así que yo tendría algo así como tres años dijo y volvió a sollozar.  -Yo recuerdo el ir y venir de los hombres…muchos hombres de overol azul  construyendo el obrador primero y el caserío después para que los jornaleros contratados viviesen allí con sus familias desde el principio hasta el fin de la obra. También recuerdo que los ingenieros y los demás  profesionales se diferenciaban porque usaban camisa y pantalón beige y además en el cinturón tenían portalápiz de cuero marrón oscuro para llevar lápiz y lapicera…creo... ¿estaré mezclando información? preguntó. -No te inquietes ahora por eso-contestó el profesional- mientras se cruzaba de piernas. -Yo recuerdo que sentía malestar: la tierra, el ruido, la soledad.Siempre me sentaba en los bordes del camino y desde allí miraba. Alguna vez le tiré puñados de tierra a un ingeniero que pasaba frente a nuestra casa de modo que después mi abuela se encargó de darme un buen escarmiento.  -¿Te castigaban mucho? preguntó el profesional.
-¡No, para nada ¡Pero lo que recuerdo es a la abuela corriéndome.Yo gritaba tanto que acababa por dejarme porque me escondía bajo la cama donde no pudiera alcanzarme-respondió con una sonrisa. -¿Y  vos  podés encontrar hoy a qué se debía tu malestar? -Yo creo que a pesar que amaba profundamente a la abuela extrañaba a mis padres. Además, en aquel entonces me impactaba sobremanera la calma que sobrevenía después de  la detonación de los explosivos rasgando la piel de la tierra. Las máquinas excavadoras montadas sobre sus orugas interrumpían la siesta de los cerros y casi a mordiscones robaban las piedras para entregarlas a los camiones remolcadores que entraban y salían del colmenar con su carga. ¡Era tan ensordecedor el ruido!, exclamó.  A lo largo de la jornada  todos hablaban a los gritos en medio de la  polvareda-dijo y volvió a quedarse en silencio. Luego continuó reconstruyendo la evocación:-A los gritos eran los saludos de un camión a otro, los silbidos, las risotadas, los insultos y las malas palabras.  Mientras tanto, la tierra del lugar   parecía herida de muerte porque del vientre surgía la gigantesca fosa que hoy vemos cubierta por las aguas-contestó Trixi.  -Podríamos volver a esa chiquita aburrida en el costado del camino ¿Tenía amiguitos? ¿Había lugar para el juego? ¿A qué jugabas? Preguntó el psicoterapeuta de modo más directo.  -Los niños no podíamos acercarnos al obrador. Seguramente habría  una prohibición expresa. Trixi se quedó pensando. -Creo que el único modo  de curiosear era hacerlo en simultáneo con el don Pirulero, el juego de la viborita, la escondida, el dinenti o la rayuela. Jugábamos pero no nos perdíamos detalle de lo que ocurría en la obra. Quizá para los ojos infantiles era como presenciar un hormiguero gigantesco…cada hombre era tan pequeño como una hormiga, cada camión, cada maquinaria era como de juguete- dijo Trixi.  Luego, llevó las manos a su cabeza y, casi como una metáfora, con un solo movimiento liberó el cabello de la prisión de la hebilla.En simultáneo, respiró profundamente. Adelantó el torso. El cuerpo  asumía una postura más descontracturada y la mirada había recuperado la serenidad del inicio del encuentro. Sus ojos se encontraron con los del terapeuta. Esta vez sonreía. -Bien Trixi .Suele suceder  que al visitar algún lugar se movilicen parte de las  vivencias de otras etapas de la vida. A vos, en este viaje, te sorprendió el cúmulo de vivencias infantiles que escaparon de tu mente. Lo que me gustaría es que tengas claro que al enhebrarlos estás hilando parte de vos, de una mujer  y no de una sirena. Una mujer con un pasado, un presente y un porvenir. Pero siempre una misma mujer. Siempre una misma persona.  En este punto, Sergio hizo una pausa. Sonrió sin dejar de mirar a Trixi para asegurarse que seguía conectada. Luego retomó la idea. - A veces la mente nos sorprende pues algún hecho, un olor, un color, una melodía o un paisaje en particular, como es tu caso, activa nuestros recuerdos.Es allí cuando la mente rememora y libera nuestras emociones más profundas como vos acabás de liberar recién tu cabello. Expresar las emociones en palabras, conversar sobre lo que significaron en aquel tiempo y resignificar hoy esos hechos que bullían en tu interior es lo más sano que puede sucederte  y sentir…aquí el psicoterapeuta hizo una pausa…sentir profundamente con el cuerpo, la mente y el espíritu es lo más hermoso que puede pasarnos a los seres humanosagregó con énfasis. Hubo un silencio.La calma invadió a Trixi. -¿Nos vemos la próxima?-dijo Sergio ofreciéndole la mano con calidez.

III 

Había transcurrido la semana. El temporal con fuertes vientos del sudeste había cesado. En los barrios donde habitualmente padecían fuertes inundaciones las aguas habían comenzado a descender. Trixi, pese  a haber apresurado el paso, llegó al encuentro con el cabello húmedo y cierta demora. -¡Disculpame!-dijo- ¡En la agenda tenía bien el horario pero los colectivos tienen que desviarse porque aún hay calles intransitables! ¡Te pido mil disculpas! –reiteró  consternada mientras se sacaba el abrigo. Sergio le sonrió y, mientras consultaba el reloj, le hizo señas para que tomara asiento. -Calma, muchacha...calma.Aún nos quedan 25 minutos-dijo apacible. -Estuve pensando…bueno lo que quiero decirte es que, en realidad, no pude dejar de pensar …bueno de sentir-aclaró Trixi  precipitadamente. -Creo que en el encuentro anterior  lo que sentí es que los recuerdos se me venían encima -reconoció.  -¿Te acordás que te conté cómo sacaban la tierra para hacer la fosa del dique ?-preguntó con las mejillas arreboladas- Bien,después comenzaban a aparecer las estructuras de hierro que tanto a lo alto como a  lo ancho fortalecerían el gigantesco piletón. Ese piletón de antaño es el que se convirtió en este maravilloso espejo de agua que acabamos de visitar. ¡La verdad que todo parece tan irreal! –agregó Trixi moviendo la cabeza de un lado al otro. Luego hizo una pausa y elevó la cabeza  de modo que la mirada se desplazó por  las molduras de yeso y los reflejos de la iluminación del techo como quien quiere asir alguna imagen mental.  - Pero te aseguro que cada hecho es casi fotográficamente real. Tan real como vos y yo sentados aquí, en este consultorio! Miró en derredor como si quisiera confirmar su aseveración. -Ya en esa etapa los obreros se convertían enminiaturas…sí…en pequeños equilibristashaciendo piruetas en alturas impensadas. -agregó Trixi consternada. -En momentos como esos suspendíamos el juego y nuestro corazón parecía detenerse. Recuerdo  que quedábamos con la boca abierta mientras usábamos las manos como viseras para enfocar mejor las imágenes que estaban tan lejos y tan cerca a la vez-dijo. - Para nuestra edad todo era un juego…agregó. - Era un juego…un juego donde se confrontaban lo deseado y lo temido pues en ese  imponente  escenario natural éramos espectadores de una obra en la que, cotidianamente, anhelábamos tener la habilidad de esos obreros que se movían en el espacio aéreo caminando entre las estructuras de hierro pero por otro lado no ignorábamos que, a veces, alguno podía caer al vacío- agregó.  Detuvo el relato unos instantes. Luego continuó. -Y ya en casa, más de una vez, debíamos  proteger los oídos del ulular de la sirena que denunciaba algún accidente. En esos casos las mujeres abandonaban sus tareas para ir corriendo al obrador. Allí  se abrazaban llorando. El sonido de la sirena se prolongaba largo tiempo. Parecía que eran los gemidos de la tierra-agregó Trixi –inclinándose hacia adelante.  Luego continuó,-Sólo recuerdo el siseo de los ancianos que conversaban en voz muy baja haciéndonos señas amenazantes  en cuanto nos asomábamos. Usualmente, ellos solían cuchichear que  al atardecer de ese mismo día, cuando el sol sangrara en el horizonte todos los  animales correrían asustados a guarecerse. Yo solo recuerdo a mi gato levantando el lomo erizado y también recuerdo a los vecinos rezando a la luz de las antorchas  mientras el eco lastimero del aullido de los perros  se multiplicaba en los cerros. No faltaba quien aseverase  que los perros aullaban porque intuían  la presencia en lo alto de los cerros de un inmenso perro negro que los pobladores aseguraban que era el lobizón en busca del alma del difunto. -¿Te das cuenta?-dijo Trixi mientras llevaba su cabello hacia atrás.- Y hoy esos fantasmas  están aquí…dijo señalando sus sienes -Y necesito que me ayudes a exorcizarlos-Exclamó con énfasis.  -Yo no puedo ignorar que  bajo las aguas del dique aún se eternizan los restos de las construcciones en ruinas que alguna vez albergaron sueños, proyectos, alegrías, miedos, actos sublimes, actos perversos propios del corazón humano-agregó intentando apoyar su espalda en el sillón en una postura más cómoda. -Vos pensarás que estoy trastornada –dijo mirando fijo a Sergio -Lo cierto es que esta semana continué acopiando información y un amigo, que sabe de mi obsesión con la historia del lugar, me acercó una copia de un  periódico…lo pidió a  colegas que tienen contactos en el archivo local y rastrearon en publicaciones  de la época-agregó revolviendo con ambas manos sus cabellos renegridos.  De pronto, pareció recordar algo.Agitó su bolso y sacó un recorte plegado varias veces. -¡Mirá, aquí lo traje! dijo.-Es de un periódico local de 1965 y parece ser que lo auspiciaban algunos comercios–agregó-y  fíjate aquí-señaló con el dedo índice. –Fíjate-insistió-con otros caracteres, seguramente para destacarlo del resto de las noticias, algún reportero cuyo nombre responde a las siglas P.R escribe brevemente: “A  diez años  de terminado el dique, las autoridades debieron contratar un equipo de buzos quienes, luego de sumergirse durante largas horas, pudieron rescatar las campanas de la capillita del obrador que continuaban llamando a misa  al amanecer y apenas caía  el sol.” Esta vez el profesional sirvió agua y comenzó a beber, pausadamente, sin emitir palabra.

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