Canto al amazonas del 4 al 7


Canto IV
 “Quietud de mediodía”

Se ha detenido la lluvia.
Todo se ha detenido.
El río canta en su cauce.
El sol, brasero encendido,
que quizá se ha desprendido
abrocha las aguas quietas.
Los perfumes de la tierra
se esparcen. Denso el calor
se agiganta. Sólo algún canto perdido
de alado habitante inquieto
en el corazón de la selva.
Y en la ebriedad del delirio
las orquídeas barnizadas
por las gotas suspendidas
que la nube robó al río

Maria Cristina Avila

“Amazonas ambarino”

Protegida por *Yacú-Háman
blandiendo machete de oro
noble doncella cobriza
avanza por la selva huraña.
Es custodia en la maraña
del rastro del eslabón perdido.

Dime anaconda bravía,
¿A qué mandato respondes?
¿Quién duda de tu valía
por tu nombre de mujer?
Bravas amazonas viera
aquel que te descubriera
en tus orillas calladas.
Rebelde que corcoveas
en ambarinas oleadas
por no entregarte siquiera
al océano con calma.

¡Exploradora arrogante!
¡Vastos dominios recorres
y haces temblar al hombre
que sueña con dominarte!
¡Solo al indoamericano 
que no delate tus secretos
reconoces como hermano!

*Yacu-Háman: Lengua quechua: dios:”El grande de las aguas”.

Maria Cristina Avila

 Canto VI
“Sueño Salvaje”

Tupí, cacique de tus comarcas,
si es que esta vida es sueño
quiero percibir soñando
el esplendor de la selva.
De su espesura salvaje
el verdor de cada hoja.
La variedad de colores
del plumaje de las aves.

Cantar quisiera cantos de guerra
y lamentos de vida y muerte
de las tribus primitivas.
Que me duela su pobreza
y su riqueza me eleve.
Quiero sumergirme intacta
en la turbulencia del río
de oro y de miel.
Embriagarme en el perfume
y la belleza de sus flores
de noche, al alba, al estío.
Revolcarme cachorreando
sobre el colchón de hojarasca
caída al pie del follaje.
¡Quiero ser india en la piel,
en la voz y el pensamiento
para vibrar en el sueño
con la selva y sus misterios!

Maria Cristina Avila



Canto VII
“Alarido de casta”

Puja el Amazonas por sus venas
como acuarela esparcido por su cuerpo.
Cada músculo en ensamble
con su selva. Cada alarido
animal siempre al acecho.
Pechos de india amamantaron  
su savia de estirpe y raza.
Los árboles lo mecieron.
Cuna de flor, fruto y rama.

“Océanos y caminos abiertos”
sus dioses vaticinaban.
En la huella perdió el nombre
y sangró con la añoranza.
 Canción de polvo de siglos.
Sabiduría en vigilia y sueño.
Misterio oculto en los ojos.
En su temple el restallar del trueno.
Cavernas, soles y mares
lo forjaron en su escuela .
Arisco lo recibió un mundo
más salvaje que su selva.
¡Fue jaguar agazapado!
¡Fue serpiente sibilante!
El mismo fuego encendido
La misma luz fulgurante.

Hoy es pájaro con plumas
en el vuelo anochecido.
Espíritu indio encarnado.
Coraza contra el  peligro.
Es la voz del Amazonas.
La fronda con sus bramidos.
Orgullo, denuncia y lucha.
De su casta… un alarido!

Maria Cristina Avila