Ángela y la planta de palta

SE LLAMABA JUAN, SIMPLEMENTE JUAN 

Ángela
y  la
planta de paltas
Ilustración de: Norma Teresa Sánchez Forgione
Técnica: Dibujo en tinta; 0.30 m X 0.40 m.

"...Ángela nació y creció en algún país caribeño de esos que la hacían expresarse con el “oye chico” más a menudo de lo que ella misma advertía.
De baja estatura, pulposa de carnes y de piel increíblemente blanca se la escuchaba decir que le hubiera agradado heredar los ojos verdes de su abuela. Sin embargo, dicen los que la conocieron, que sus ojos grandes y oscuros evidenciaban inteligencia y profundidad en la  mirada.
El hecho es que, parece ser que, quizá por su origen, uno de los alimentos de su preferencia era la palta y que, quizá, por atemperar la nostalgia de su tierra, después de pedirle permiso  a una semilla decidió plantarla en el terrenito que le quedaba libre en el fondo de su casa.
Para completar la descripción podemos acotar que Ángela, de gran corazón, trabajaba mucho y sin cesar para poder ayudar a los suyos, tanto hijos como nietos, que parece ser tenían una vida bastante complicada.
De modo tal que, su tránsito agitado por las praderas del tiempo le impedía advertir el paso de los días, los  meses y los  años. De hecho, se vio gratamente sorprendida  por la generosa fronda que la planta de paltas comenzó a prodigar cierto día.
De más está decir que allí buscaban refugio del impiadoso calor toda clase de pájaros que, en gratitud, le regalaban  sus melodiosos gorjeos  mientras  los  jazmines exhalaban sus más exquisitas fragancias. 
Tanto liberaban su corazón oprimido esos cantos y perfumes que Ángela comenzó a privilegiar ese lugar para tejer crochet en las largas siestas estivales.
En realidad ella afirmaba que comenzó a privilegiar ese lugar para “tejer ganchillo” porque, mientras tanto, podía pensar y, a medida que avanzaba en su tejido, encontraba solución a sus problemas.
El hecho es que la planta, con el tiempo, no solo prodigaba sombra sino después de cierta cantidad de años, comenzó a ofrendar sus frutos y, parece ser que, con la venta de los mismos, Ángela solía sacar a su familia de “algún apuro”. Lo cierto es que Ángela iba apagando velitas de cumpleaños pero, los que la conocieron solían afirmar que, a medida que aumentaba en edad, crecía en sabiduría  razón por la cual, comenzó a ser visitada por un sinnúmero de personas.
Dichos visitantes  no sólo eran  amigos de viejos tiempos sino también, amistades de sus amistades que se acercaban para oír sus consejos y predicciones, en su mayoría, vinculadas a creencias de sus ancestros afro hispanos.
Así por ejemplo, sus consejos de prevención contra el mal agüero, fueron circulando de boca en boca y, parece ser que, a medida que Ángela crecía en prestigio no faltaron quienes asociaran su sabiduría con la planta de paltas.
De modo que fueron ellos y no otros quienes   comenzaron a murmurar que, cuando Ángela le daba vueltas a algún asunto, tres ángeles llenos de gratitud por sus actitudes desinteresadas se acercaban para  auxiliarla...."


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